¿Qué pasó con las madreperlas
de Cubagua?
La
Tasadora de Perlas por
Johannes Vermeer (hacia 1665). Óleo sobre lienzo.
Galería Nacional de Arte, Washington
DC, Estados Unidos. 42 cm x 35,5 cm.
Los ecosistemas cuentan con mecanismos para equilibrar su desarrollo
y funcionamiento en condiciones naturales. En ellos podemos encontrar
diferentes poblaciones que regulan su funcionamiento e influencia de los demás
y de los recursos y condiciones ambientales. Pero la explotación que hace el
hombre del medio ambiente adquiere día a día una mayor envergadura. La
velocidad con la que consume los recursos naturales supera en la mayoría de los
casos la velocidad con que el recurso se regenera, ocasionando un deterioro
creciente. Aunque se ha acelerado en los últimos años, este proceso es
resultado de la expansión global de Europa que comenzó en el siglo XVI. El
primer caso en América de sobreexplotación de un recurso natural ocurrió en los
placeres perlíferos de Cubagua.
Los cálculos más conservadores indican que, en promedio,
hacen falta de 200 a 300 madreperlas para producir un quilate (0.2 gramos) de
perla. Cálculos hechos en base al número de perlas declaradas a la corona
española (56.631.750 quilates) indican que debieron extraerse, oficialmente,
unas 11.236.350.000 madreperlas (once billones, doscientos treinta y seis
millones trescientos cincuenta mil ostras) en menos de 30 años. Si tomamos en
cuenta otros datos, como que menos de la mitad de la producción fue
oficialmente declarada y que sólo se encuentra una perla en cada 1.000
madreperlas recolectadas (lo que permite multiplicar por cinco el número de
ostras cosechadas), podrían haber hecho falta alrededor de 100 billones
(millones de millones) de ostras de perlas. Es difícil asimilar esta cifra,
pero da una idea de la increíble cantidad de animales que fueron extraídos,
para no hablar de sufrimiento y costo en vidas humanas.
Hacia 1531 la ciudad alcanzó uno 1000 habitantes, y la
reducción en la producción de perlas que había venido decayendo desde temprano,
se hizo más aguda. Los españoles trataron de tomar medidas como limitar el
número de personas por bote pesquero, el número de horas que se podía dedicar a
la pesca, la profundidad a la que podía llegarse y aún se trató de rotar áreas
de pesca. Todo fue en vano.
A esto hay que agregar la biología de los competidores
naturales de la madreperla Pinctata imbricata, tales como la
pepitona Arca zebra, que ocupa aquellos nichos ecológicos vacíos por la
explotación de las madreperlas e impidió así la recuperación de los ostrales.
De hecho, aunque la explotación de perlas disminuyó sensiblemente durante los
siguientes siglos, los ostrales jamás se recuperaron. Estudios biológicos
realizados durante los años 60 del siglo XX indicaron que casi todos los bancos
de Pinctata
imbricata estaban completamente destruidos.
Luego del declive de los ostrales en Cubagua, los buscadores
de perlas emigraron a la isla de Margarita, desde donde le escribieron, en
1544, una misiva al emperador Carlos V, que expresaba:
Aquí nos venimos todos, y con
beneplácito del gobernador y consentimiento nuestro siguen los oficiales,
Justicia y Regiamento del mismo1.
Aún, después, Cubagua no quedó totalmente deshabitada. Las
casas continuaron arruinándose progresivamente y algunas de ellas, destruidas
por los piratas, abrigaron nuevos seres humanos durante los siglos siguientes.
Numerosos fogones hallados entre las ruinas confirman esta impresión. Pero de
la gran ciudad sólo quedó el recuerdo de sus glorias pasadas en las mentes de
los habitantes locales y en las de algunos historiadores.
1. Citado por Pablo Vila, Visiones Geohistóricas… p. 203.
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