Cinco ideas falsas sobre “la cultura”.
Esteban Krotz
La
cultura es el elemento que distingue a la especie humana de todas las demás especies.
Esto significa, que la cultura es tan antigua como la especie humana. Mejor dicho:
las culturas humanas son tan antiguas como lo son los diferentes grupos humanos,
etnias, y pueblos que forman la humanidad.
Pero
mientras que la cultura humana tiene muchos miles de años de edad, el análisis científico
de la cultura, -es decir, su estudio sistemático, realizado por una comunidad de
especialistas que usan para ello métodos, conceptos y teorías creadas para tal
fin- tiene apenas un siglo. Tal vez tenga que ver esta discrepancia con que
entre los especialistas en el estudio de la cultura haya todavía tan poco
consenso sobre muchas cuestiones y que entre los no especialistas se encuentren
todavía muchas ideas equivocadas sobre la naturaleza y las características de
los fenómenos culturales. Sí, en cambio, han podido crear un cierto consenso
relativo acerca de la falsedad de determinadas concepciones de "lo
cultural".
En
este ensayo se identifican cinco ideas equivocadas acerca de la cultura que se detectan
con mucha frecuencia en el habla común, en comentarios periodísticos y hasta en
conferencias académicas. Hay que tomar en cuenta aquí que los antropólogos y
otros especialistas en el análisis cultural no sólo somos especialistas: también
somos practicantes del habla común (a menudo la mayor parte del día) y por esta
razón también nosotros reproducimos en ocasiones estas equivocaciones, aunque
sepamos, cuando nos ponemos a trabajar como especialistas que tales nociones falsas ya han sido
superadas por nuestra ciencia.
PRIMERA IDEA FALSA: Se puede tener y no tener cultura.
Muchas
veces se puede escuchar que una persona critica a otra, diciendo: "Fulano
no tiene cultura" o "Mengano es una persona sin cultura". En
este enunciado, cultura es algo que un ser humano puede tener o no tener. Desde
el punto de vista de la antropología, tal expresión carece de sentido: todos
los seres humanos, por definición, tienen cultura.
Como
se dijo al comienzo: tener cultura, pertenecer a una cultura es el rasgo característico
de la vida humana en comparación con todas las demás formas de vida en este
planeta. Esto quiere decir: ser parte de la especie humana significa ser un ser
cultural. Y en efecto: ningún individuo humano simplemente "procesa
información", sino lo hace en términos de uno de los miles de idiomas que
existen y que aprendió desde pequeño; no simplemente "asimila proteínas,
carbohidratos y grasas", sino come y bebe ciertos alimentos de acuerdo a ciertas
reglas y horarios que varían de pueblo en pueblo, no simplemente "inicia y
termina su existencia", sino nace y es educado y muere dentro de ciertas estructuras
familiares y comunitarias y en el marco de determinadas creencias colectivas y
costumbres. En la medida en que alguien pertenece a un grupo, una etnia, un
pueblo, cualquier tipo de "comunidad" humana, participa en la cultura
de éste y sólo así es ser humano. No tiene sentido, entonces, afirmar de
alguien, que no tiene cultura.
El
malentendido se produce por un uso muy restringido del significado de la
palabra "cultura". En muchos idiomas de origen europeo, "cultura"
significa a menudo algo así como "buena educación". A menudo se identifican
con "cultura" ciertas actividades artísticas consagradas y los
resultados de éstas (la música llamada "clásica", la literatura llamada
"buena", cierto tipo de arquitectura, etc.). A cierto tipo de educación
y a estos bienes culturales suele tener acceso siempre sólo un pequeño segmento
poblacional, mientras que los demás quedan excluidos. Pero la cultura es mucho
más que estas partes. Por tanto, lo único que se puede decir es que ciertas personas
no poseen tales o tales conocimientos, aptitudes, gustos, pero no que "no
tienen cultura" cuando, por ejemplo, no les significa nada cierta regla de
comportamiento o determinado deleite estético.
SEGUNDA IDEA FALSA: Hay una jerarquía natural entre culturas (y entre
subculturas).
Como
ya se indicó en la parte introductoria de este ensayo, la cultura humana no es una.
Es tan polifacética y variada como la humanidad misma. De hecho, la cultura humana
es un mosaico: está compuesta por una cantidad enorme de culturas pasadas y
presentes. Esta multiplicidad cultural aumenta aún más si se toma en cuenta que
las culturas de los pueblos y las naciones no son homogéneas en modo alguno.
Todo lo contrario: al interior de un país nos encontramos -como, por ejemplo, en
el caso de México- con gran número de subculturas, o sea, culturas de
determinados segmentos sociales tales como etnias, poblaciones regionales o
grupos profesionales; también hay diferencias culturales que responden a
diferencias de edad y de hábitat, etc.
Como
siempre, cuando hay multiplicidad, surge el impulso de comparar. Y no sólo esto
sino también de agrupar. Una forma frecuente de agrupar fenómenos sociales y culturales
aplica criterios jerarquizados. De acuerdo con tales criterios se afirma que una
cultura es en algún sentido "más" que las demás. El famoso libro de
Guillermo Bonfil sobre el "México profundo", por ejemplo, describe
cómo a lo largo del medio milenio desde la conquista europea, en México se ha difundido
la idea de que ciertas culturas extranjeras -primero la hispana, luego la
francesa y finalmente la norteamericana- eran y son más valiosas que cualquiera
de las culturas mesoamericanas. Algunos europeos, a su vez, suelen opinar que
las culturas de la llamada "antigüedad clásica", o sea la griega y la
romana, eran más valiosas que todas las culturas europeas actuales.
La
misma clase de ideas se encuentra no sólo con respecto a las culturas de países
y épocas diferentes y con respecto a la riqueza cultural al interior de un
mismo país, sino también con respecto a ciertas áreas de la cultura o fenómenos
culturales específicos. Por cierto, también aquí, la cultura calificada de
"inferior" se encuentra casi siempre al borde de la descalificación completa
como cultura. Así, por ejemplo, hay amantes de cierto tipo de música orquestal
europea de los siglos XVIII y XIX que la consideran esencialmente superior al rock
o a la trova; incluso llegan a afirmar que estas últimas formas musicales
"no son cultura".
Hablando
con propiedad, es menester aclarar que no existe absolutamente ningún criterio
objetivo, y mucho menos científico para establecer este tipo de jerarquías. No hay
nada que indique que la cultura del maíz sea mejor o peor que la del trigo o
del arroz, que la forma musical del "lied" valga más que la del
"son", que los libros de "ciencia ficción" sean
esencialmente inferiores a las obras literarias del realismo decimonónico.
Desde
luego, hay tacos, panes, piezas musicales y cuentos de mejor calidad que otros,
pero es sabido que incluso aquí es difícil ponerse de acuerdo. En todo caso, con
respecto a las diferentes clases de manifestaciones culturales no se pueden aplicar
tales criterios jerarquizantes. Lo único que se puede decir es que a uno le gusta
más esta expresión cultural y a otro más aquella. Es algo semejante a una persona
que domina varios idiomas y opta en determinada situación por uno que le gusta
más que los demás. Este ejemplo nos lleva enseguida a una de las características
más maravillosas de la diversidad cultural en nuestras sociedades.
¿O
acaso no es fabuloso que una persona pueda cambiar de opinión al respecto de un
fenómeno cultural? ¿Que incluso pueda, por ejemplo, escuchar un tipo de música
por la mañana, otro por la tarde y otro más por la noche?
Al
interior de una sociedad, esta jerarquización de subculturas y de expresiones culturales
va casi siempre a la par de la estratificación social: las clases ricas y poderosas
determinan lo que debe ser llamado "alta" cultura y lo que es
solamente cultura "baja"; la primera suele ser vista como la cultura propiamente dicha,
mientras que la segunda casi no merece el nombre de cultura. Pero esta
clasificación sólo refleja determinada distribución de poder en una sociedad y
época dada, no tiene nada que ver con los contenidos culturales respectivos.
TERCERA IDEA FALSA: Hay culturas "puras" y "mezcladas".
La
todavía reciente conmemoración del "Quinto Centenario" de la llegada
de los europeos a América ha contribuido a fortalecer otra idea falsa muy
extendida, la de la existencia de "culturas puras". Como es bien
sabido, esta idea fue utilizada durante toda la Colonia como pauta para la organización
de la sociedad, en consecuencia se afianzó la concepción del mestizaje
biológico y cultural como algo esencialmente negativo y hasta peligroso y, en
todo caso, inferior a la pureza de la piel blanca, los apellidos españoles y la
procedencia peninsular.
Es
curioso ver cómo se puede mantener una idea así, cuando todo el mundo sabe que
es falsa. Cuando los españoles iniciaron la conquista americana acababan de terminar
con varios siglos de dominio árabe en sus tierras, pero sin poder borrar, hasta
el día de hoy, la influencia cultural de éste; además, cualquier niño español
aprende en la escuela una historia de las primeras poblaciones de la península
ibérica de acuerdo con la cual se da cuenta que esta historia ha sido, siglo
tras siglo, una historia de mezclas biológicas y culturales de todo tipo.
También
en cuanto a la cultura yucateca habrá poca gente que no pueda dar muchos ejemplos
de cómo esta cultura se ha venido conformando por herencias mayas, españolas y
libanesas, a las que se agregan las de origen africano, coreano y caribeño, además
de las más recientes influencias europeas y norteamericanas. Por otra parte, es
ampliamente sabido que la influencia cultural proveniente de un mismo origen puede
adoptar formas muy diversas, por lo que, por ejemplo, la herencia española se expresó
y se expresa hoy de modo bastante diferente en los Altos de Jalisco, el centro
de la ciudad de México o la costa veracruzana.
Lo
que sucede es que quienes reflexionan sobre una cultura o tratan de transmitirla
a otra generación o de distinguirla de otras culturas, siempre están en la
tentación de presentarla como un todo integrado, como algo completamente propio
y concluido en sí mismo. Por tanto, suelen perder de vista el carácter de
mezcla de todas las culturas. Además, las influencias no son cosa del pasado,
únicamente repárese sólo un momento en cómo artefactos inventados en otras
culturas, tales como la televisión, el fax o la computadora, han modificado recientemente
y siguen modificando la cultura yucateca. Y lo mismo sucede en todas las demás
culturas y subculturas también.
CUARTA IDEA FALSA: Los recintos propios de la cultura son los museos,
los teatros y las bibliotecas.
Recordando
lo que se acaba de exponer sobre las concepciones equivocadas que identifican
una parte de la cultura (por ejemplo,
las "bellas artes") con toda la cultura y que pretenden distinguir las culturas
"esencialmente" valiosas de las que no lo son, el rechazo de esta
cuarta idea falsa no debería ser muy difícil.
Sin
embargo, la educación escolar ha contribuido fuertemente a que para muchas generaciones
la palabra "cultura" haya tenido y siga teniendo una connotación
inevitable de solemnidad: cultura es algo muy especial, cultura es algo a lo
que uno se debe acercar con respeto, cultura es cierto tipo de patrimonio
colectivo creado por admirables genios de épocas pasadas. Por tanto, un hogar
típico de la cultura, un lugar típico para encontrarse con la cultura es el museo,
por ejemplo, galerías de arte, museos de antropología e historia; otro hogar
típico es el teatro, donde se escucha la música que vale la pena y se ven las obras
dramáticas realmente importantes de diferentes épocas y países. También la biblioteca
con sus anaqueles llenos de pesados y empolvados volúmenes, a los que sólo al
término de engorrosos trámites se tiene acceso, es entendida por muchos como un
lugar típico donde se reúnen los acervos culturales de un país.
Lo
que tienen en común los tres tipos de "hogar” de la cultura es fácil de
reconocer: se trata de lugares a los que sólo un muy pequeño porcentaje de la
población suele acudir.
Hay
que señalar aquí que no pocos antropólogos contribuyen, a menudo sin quererlo,
a esta visión equivocada de las cosas. Por más que promueven que en los museos
aparezca lo que suelen llamar "cultura popular": la música
tradicional de las regiones, el teatro campesino, las artesanías, la
arquitectura, la vida cotidiana de los grupos étnicos contemporáneos, las múltiples
costumbres, fiestas, artefactos y prácticas sociales actualmente en uso, también
para ellos la cultura es algo "consagrado", o sea, algo que ha sido creado
alguna vez y que en la actualidad se considera de gran valor. Por tanto así se opina,
sólo debe ser admirado, conservado y reproducido tal cual y cualquier
modificación es vista como lamentable "pérdida", pérdida cultural,
pérdida de tradiciones y pérdida de valores.
Esta
manera errónea de ver la cultura está confundida con respecto a dos cuestiones.
Desde luego hay creaciones culturales que son dignas de admirarse y que deben
ser conservadas en el estado en que se encuentran. Pero en su conjunto, la
cultura, todas las culturas y sus manifestaciones son algo vivo, algo que surge
y se transforma sin cesar y a veces incluso desaparece después de haber
existido algún tiempo. Y constantemente, en la historia de todas las áreas de
la cultura la emergencia de algo nuevo, ha sido considerado como
"pérdida" o incluso como "traición". Mozart y Beethoven,
por ejemplo, que para mucha gente pertenecen a los más geniales creadores
musicales de todos los tiempos, tuvieron que enfrentarse más de una vez a
durísimas críticas por "no respetar la tradición" musical consagrada en
su tiempo. Pero su lugar en la historia de la música fue la de innovadores, y
la generación posterior a ellos volvió a romper los moldes establecidos por
ellos.
Además,
conviene caer en la cuenta que a pesar de su innegable importancia, los museos,
los teatros y las bibliotecas son sólo algunos de los muchos hogares de la cultura.
La mayor parte de la vida cultural se realiza, se conserva, se reproduce y se transforma
fuera de ellos. Es cierto, que también en Mérida y en Yucatán necesitamos muchos
más museos, teatros y bibliotecas, pero también en el periodismo y en los medios
electrónicos, en las casas y los talleres, en los restaurantes y en las calles
y en muchos espacios más se produce y se reproduce cultura a diario. Mucha de
ella es efímera, otra encuentra su entrada a los recintos mencionados. Lo que importa
destacar aquí es que la vida cultural es más amplia y más rica de lo que se reúne,
colecciona y exhibe en los solemnes espacios especiales destinados a su conservación.
QUINTA IDEA EQUIVOCADA: La existencia de la cultura depende del Estado.
Como
muchas concepciones falsas, también ésta se basa en ciertos elementos verdaderos.
Así, es cierto que en México casi todas las instituciones que de alguna manera
tienen que ver con la creación cultural especializada y la conservación del patrimonio
cultural en general, son instituciones que no dependen de los creadores de la
cultura, sino de los gobiernos: los institutos estatales de cultura, la
educación escolar básica y superior, el Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes, los museos, las escuelas de bellas artes, las revistas y las estaciones
de radio llamadas culturales, etc. Desde luego, esta dependencia puede ser
decisiva porque la asignación o no de un subsidio gubernamental a una propuesta
cultural a menudo decide sobre la existencia o no de esta última. Además, como
en muchos otros países, también en México gran parte del fomento a las más
diversas manifestaciones culturales se realiza bajo la óptica del "fortalecimiento"
de la cultura "nacional" y de este modo se justifica la fuerte
presencia del Estado en estas cuestiones.
Los
Estados han tenido siempre interés en intervenir en la creación cultural y la conservación
del patrimonio cultural porque de esta manera controlan y a veces incluso crean
un importante factor de cohesión social. Pero cualquier mirada breve al mapa demuestra
lo absurdo de esta concepción. Por más que las fronteras "nacionales"
sean delimitaciones territoriales claramente definidas, objetivos de
sangrientas luchas y complicados tratados internacionales, es obvio que no son
fronteras culturales (y algo semejante vale para las subculturas al interior de
un país). Rasgos de la cultura norteamericana se encuentran en todo el país y
en pleno Paseo Montejo. Manifestaciones de la cultura mexicana no sólo se hallan
en regiones enteras de los Estados Unidos, sino que muchas veces las dominan
completamente. ¿Cómo se distingue en el Soconusco la cultura mexicana de la guatemalteca?
¿Dónde termina la cultura de Yucatán y dónde empieza la de Campeche?
Desde
luego existen diferencias culturales y, en consecuencia límites entre culturas:
desde el comienzo de este ensayo se indicó que la cultura humana no es una,
sino que constituye un compuesto de culturas diferentes. Pero aunque los
Estados y sus instituciones suelen traer, al igual que los museos, los teatros
y las bibliotecas, de petrificar la cultura en el sentido que se acaba de
mencionar, el ámbito de la creación y reproducción cultural es mucho más amplio
que el ámbito de las instituciones estatales. Esto también porque, a fin de cuentas,
la historia del Estado cubre sólo una mínima fracción de la historia de la
humanidad.
PARA TERMINAR: Cinco equivocaciones, una oposición.
En
este ensayo se han presentado cinco ideas equivocadas sobre la cultura bajo la forma
de cinco oposiciones. Primero se opuso la idea de que se puede o no tener cultura
a la concepción antropológica de la cultura, según la cual todos los seres humanos
tienen cultura aunque sus culturas siempre son diferentes unas de las otras. En
segundo lugar, se confrontó la equivocada idea de que existe una jerarquía objetiva
entre las diversas culturas y manifestaciones culturales con la ausencia de criterios
científicos para determinarla. En tercer lugar, se opuso a la errónea concepción
de la existencia de culturas puras y por eso valiosas, la realidad empírica de
la mezcla cultural por doquier. En cuarto lugar, se estableció frente a la idea
de que la cultura se encuentra únicamente en ciertos recintos solemnes, tales
como museos, teatros y bibliotecas, la evidencia empírica de la enorme amplitud
de los procesos de creación, reproducción, transmisión y transformación de la
cultura.
Y
finalmente se opuso a la opinión de la liga intrínseca entre Estado y cultura
la realidad de una vida cultural mucho más comprensiva.
Mientras
que estas oposiciones constituyen oposiciones entre ideas verdaderas y falsas sobre
la cultura, es pertinente concluir este ensayo con unas consideraciones sobre
una oposición de otro tipo. Hay una oposición en el terreno cultural de suma
importancia para todos quienes analizan y, más aún, quienes viven y participan
en una cultura. Esta oposición es la oposición entre la cultura propia y la
cultura impuesta.
Como
se ha dicho anteriormente, en todas las culturas y en todos los tiempos se han documentado
influencias de unas culturas sobre otras. El problema no radica en la existencia
de tales influencias, sino en que si los seres humanos pertenecientes a una cultura
pueden decidir libremente sobre si quieren aceptar tales influencias y, en dado
caso, cuáles y cómo. Poder escoger entre alternativas presupone, claro está, conocer alternativas
y reconocer
a una influencia concreta como una alternativa entre otras posibles.
Este
último aspecto vale no solamente para un país (se recordarán las recientes discusiones
sobre esta temática durante la preparación del Tratado Norteamericano de Libre
Comercio), para una etnia (varios de los comunicados del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional han insistido en que determinadas políticas gubernamentales contribuyen
a destruir las tradiciones culturales de los pueblos indígenas), sino también
para regiones con una identidad cultural tan marcada y tan antigua como Yucatán.
Precisamente porque la cultura no es sólo lo que se encuentra en museos, teatros
y bibliotecas, sino también lo que está en las calles y las casas, la opción
por una influencia cultural con alternativas culturales tiene que ver con la identidad colectiva de una
población, o sea, de cómo ésta ve la vida y quiere vivirla y qué sentido encuentra
en ella. Pero esto remite enseguida a la estructura del poder vigente en el seno de esta población: ¿Quién
tiene la capacidad de reconocer alternativas, quién puede decidir sobre cuál se
acepta o no? y, en dado caso, ¿cómo? Reconocer estos elementos críticos de una situación
cultural implica admitir que el estudio de la cultura siempre tiene que ser crítico.
Porque se trata de reconocer aquellos elementos en los procesos culturales que
contribuyen a la emancipación de los seres humanos y a una vida más humana
digna y feliz de todos. Esto, empero, no tiene que ver con esta cultura o aquella,
con este pueblo o aquél con esta época u otra.
En
todos los tiempos, regiones y pueblos se han generado y se siguen generando elementos
culturales que apoyan y reproducen estructuras de dominación y otros que abren
caminos de liberación. El estudio científico de la cultura puede contribuir al
fomento de cualquiera de ambos. Una aportación significativa a la segunda
perspectiva mencionada consiste en combatir las ideas erróneas que siguen existiendo
y difundiéndose sobre los fenómenos culturales.
AUTOR:
-Krotz,
Esteban (2004). “Cinco Ideas Falsas sobre
la Cultura”. [En
línea]. Disponible en: http://red.pucp.edu.pe/wp-content/uploads/biblioteca/081202.pdf