Presencia
africana en Margarita
Francisco Emilio Castañeda Malavé
La presencia
africana en la actual región insular neoespartana, no ha sido suficientemente
valorada por la historiografía tradicional en lo referente a su cuantía y
contribución a la composición genética y herencia cultural del ethos
margariteño que nos identifica.
Desde comienzos del
siglo XVI, mediante la figura de las licencias otorgadas a funcionarios
públicos, comerciantes y colonos, se inicia la importación masiva de mano de obra
esclava de origen africano para sustituir a la menguada fuerza de trabajo indígena,
en la explotación de los importantes yacimientos perlíferos existentes en los
contornos marinos de las islas de Cubagua y Margarita, respectivamente.
Sin embargo, es importante
destacar que los primeros esclavos que llegaron a estas costas no fueron
negros, sino blancos, lo cual no es de extrañar por cuanto los españoles,
continuando con la tradición andalusí, adquirían, a través de operaciones de
compra-venta, guerra de corso, o simplemente captura, esclavos oriundos de las
islas Canarias (guanches y gomeras), así como también de Siria (llamados
esclavos del Levante) y de la nación griega.
La primera
referencia histórica sobre la presencia africana en territorio cubagüés,
corresponde a la licencia concedida en enero de 1526 a Johan de Urrutia para
pasar a esta ínsula 30 esclavos y esclavas. Al año siguiente, en junio de 1527,
se autoriza a Diego Cavallero, Contador de la isla La Española, para pasar a la
isla de Cubagua "doce esclavos negros de Cabo Verde o Guinea, que sean buenos
nadadores y zabullidores, para sacar con ellos perlas en la pesquería de la
dicha isla de Cubagua".
Entre los años de
1574 y 1575, la población peninsular (hispanos y lusitanos) establecida en
Margarita era de trescientas personas, similar a la residenciada en Caracas y
Cabo de la Vela o Río Hacha.
Sin embargo,
durante los años de 1581 a 1590, ingresaron a la geografía insular, legalmente
registrados, novecientos veintitrés (923) negros procedentes de Cabo Verde, Sao
Tomé, Angola y Brasil. Los inmigrantes de Cabo Verde pertenecían, en su gran
mayoría, a la etnia mandinga, aún cuando se encontraban también representantes
de los grupos bran, biafara, bañol, gelofe (wolof) y zapé. Mientras que los de
Sao Tomé formaban parte de las comunidades arará, carabalí, mina y tarí.
Los de Angola, por
su parte, eran oriundos del Congo, fundamentalmente de habla bantú. Durante el
siglo XVII, en virtud de los cuantiosos ingresos obtenidos como resultado de la
intensa actividad extractiva, se incrementó considerablemente la presencia de
esclavos negros en el territorio insular, de tal suerte que prácticamente se
estableció una relación de equilibrio entre el componente étnico europeo aquí
residenciado, estimado en dos mil (2.000) personas aproximadamente, y el
elemento afroide cuyo número totalizaba un mil setecientos sesenta y cuatro
(1.764) individuos, contándose sólo con setecientos veintinueve (729) indígenas
autóctonos.
La región insular
margariteña, en función de su privilegiada situación geográfica, se convirtió
en un centro activo de la "trata intérlopa". Los traficantes clandestinos
arribaban a sus costas, muchas veces con el beneplácito y protección de los
funcionarios reales, donde después de realizar diversas operaciones comerciales,
fundamentalmente el intercambio de mercaderías europeas y/o mano de obra negra,
por bastimentos y otros productos necesarios para su correspondiente abastecimiento,
proseguían con sus "cargazones de negros" para su venta en los puertos
del litoral central venezolano.
Margarita, al igual
que otras áreas del Caribe, tales como Barbados, Cartagena, Curazao y Jamaica,
fue considerada como una región intermedia o zona de "entrepots" (depósito),
donde los esclavos procedentes de la costa occidental africana, después de una
permanencia relativamente corta en su territorio pasaban a otros lugares, el
del sitio del depósito. Así, tenemos entonces que esclavos asentados
transitoriamente en nuestro suelo, fueron introducidos en la Nueva España (México)
con el nombre de "Negros de la Margarita", igualmente ocurrió con los
esclavos registrados en la Obra Pía de Chuao, en el litoral central venezolano.
La extracción
indiscriminada y el progresivo agotamiento de los ricos veneros perlíferos,
obligó a reducir considerablemente el ingreso de los "hombres de
ébano" hacia nuestra región insular. Los pocos que vienen son utilizados
en las escasas labores agrícolas, en los diversos oficios artesanales y en las
tareas propias de la servidumbre doméstica. Así tenemos que para comienzos del
siglo XVIII la población negra se calcula en novecientas personas, asentadas en
el Valle de la Margarita, Tacarigua, Pedro González, San Juan y Paraguachí. Durante
el año de 1829, fueron empadronados doscientos sesenta y cuatro (264) esclavos
y treinta y seis (36) manumisos; mientras que para la época de la abolición de
la esclavitud en Venezuela (1849), sólo había sesenta y tres (63) esclavos y
cuarenta y tres (43) manumisos, cifras superiores a las que presentaban otras
regiones del país, tales como Apure, Barinas, Guayana y Maracaibo.
Finalizada la
importación de mano de obra esclava y en virtud del intenso cruzamiento
biológico realizado entre los componentes étnicos de origen africano, europeo e
indígena, se produjo en el tiempo una eliminación progresiva y gradual de los
rasgos negroides, de tal manera que su frecuencia fenotípica en la población
neoespartana actual es bastante escasa. Sin embargo, según los resultados del
estudio Proyecto Venezuela realizado por Fundacredesa durante el año de 1988,
se determinó que la mayor estatura que presentaba la población juvenil de los
estados Anzoátegui, Nueva Esparta y Sucre respecto a sus equivalentes de la
zona metropolitana, se debe a un factor genético heredado de los antiguos
esclavos de las islas caribeñas y posteriormente trasladado a tierras
orientales.
AUTOR:
-Castañeda Malavé,
Francisco E. (2004). “Presencia Africana
en Margarita”. Publicado en la revista Tropel de Luces.
Enero-Marzo 2004, Nro. 16.
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